¿Cómo estoy conectado con Ron Flor de Caña?

En 2008, emprendí un viaje de vacaciones a Costa Rica. Tenía curiosidad por explorar la Suiza de América Central. Sin embargo, después de solo unos días, quedé bastante decepcionado. Esto se debió en parte al mal tiempo; la temporada de lluvias duró más de lo habitual, y Costa Rica es uno de los países más lluviosos del mundo. Además, sentía que faltaba la típica atmósfera latinoamericana en Costa Rica. Cuando estaba en el Arenal, uno de los volcanes más activos del mundo, y solo podía escuchar sus erupciones casi diarias sin verlas porque la cima estaba envuelta en nubes de lluvia, decidí cambiar mis planes de viaje.

Mi guía de Costa Rica también incluía una pequeña sección sobre el sur de Nicaragua. Decidí de manera espontánea viajar a Nicaragua, un país que conocía solo por informes de guerras civiles y campamentos de solidaridad, pero nunca había asociado con unas vacaciones. Viajé hacia el norte en autobús cerca de la frontera y luego ingresé a Nicaragua en bote sobre el Río Frío, ya que no había carreteras que cruzaran la frontera. Los procedimientos de inmigración se llevaron a cabo en San Carlos (ver la imagen aérea arriba), una pequeña ciudad en una colina en el extremo sureste del Lago de Nicaragua. La ciudad está situada justo en la desembocadura del Río San Juan desde el lago, que sirve como la frontera entre Costa Rica y Nicaragua y en un momento se consideró una ruta alternativa entre el Atlántico y el Pacífico antes de la construcción del Canal de Panamá. Afortunadamente, resultó diferente, y San Carlos y el Río San Juan son una hermosa área.

En ese momento, San Carlos estaba experimentando un modesto auge, impulsado principalmente por la presencia de muchas ONG. Se había pavimentado un pequeño paseo marítimo a lo largo del lago, y allí estaba ubicado el único cajero automático de la ciudad, que te permitía elegir si deseabas retirar córdobas por valor de 10, 20 o 30 €. En general, era un entorno muy idílico, y la típica vibra latinoamericana regresó de inmediato. Incluso la temporada de lluvias había terminado justo al sur de las tierras bajas nicaragüenses.

Así que, una noche, de buen humor, buscaba un restaurante y encontré uno con un piso superior abierto, construido completamente con maderas tropicales oscuras, que ofrecía una gran vista sobre San Carlos y el Lago de Nicaragua. Pedí una deliciosa comida junto con un trago largo y un cóctel, ambos hechos con ron, y ambos estaban excelentes. El ron, por supuesto, era Flor de Caña. Desde entonces, soy un fan de esta marca.